viernes, 10 de abril de 2020

SIERVA



                                       





                                                         
          “SIERVA  by Luccia Lignan 

          "MATER DOLOROSA" by Angel Rengell

           Abril 2020



   Contribuye a la belleza de cualquier poema, desgranar su contenido, que aparentemente o en una primera lectura, puede quedar incompleto. Así pasamos los versos en ocasiones quedándonos con sólo una parte de su riqueza.
En esta ocasión el soneto, nos revela la autora, acaricia cuatro momentos de la vida de María. Como Sierva de Dios, como Madre de Jesús de Nazaret, cuya pasión, entierro y resurrección vienen cinceladas con la pluma, con el pincel y el buril desde el primer siglo de nuestra era.

   La concepción, la "profecía de Simeón", la condena y el encuentro de María con su hijo en la cuarta estación de penitencia: "una espada te traspasará el alma"... Profecía que en gran medida se cumple cada año en el cristiano que vive estos días con pasión.

     El encuentro de la Madre con el Hijo, en estos momentos de pasión colectiva, se hace vivo en el poema, recordando el anuncio de una concepción inesperada y aceptada por María de una manera que va más allá del término valentía. La maternidad transformada en cruz.Sólo con nuestra pobre imaginación podemos vislumbrar el grado de amor de María hacia su hijo. Como nuestras madres para con nosotros. Como las madres para con sus hijos. Madres con estela en el ejemplo a María. Como aquélla "Stella Matutina" de la madrugada del viernes santo y que inmortalizara el poeta sevillano Adriano del Valle. 

      Hoy como ayer la fidelidad mariana como guía en nuestras vidas. Hoy, podríamos decir, más que ayer, debe renovarse nuestro fervor, por esta Pasión de Jesús fuente de su dolor hermanado con el que padecen hoy los atravesados por la espada vírica. Dolor solitario. Dolor inmenso. Que sólo en unos días ojalá nos lleven, así lo creemos, a la Esperanza de la Resurrección. Que para muchos no será este próximo domingo sino que tardará meses, quizá años en mitigar la herida hasta la definitiva cicatrización en la Eternidad.