miércoles, 25 de julio de 2012

TREINTA AÑOS DESPUES....





Siempre he pensado que las mujeres tienen mucho más mérito en la vida que los hombres; son muchas más sus cualidades.

Viene esta afirmación por la asistencia de nuestras compañeras al acto de celebración de la promoción de 1982 del Colegio Nuestra Señora del Pilar y al que, como mucho, sólo acudieron durante dos cursos, y seguramente pudieron notar nuestra falta de costumbre de convivencia con chicas, al menos durante los estudios.

Quizá esa asistencia a la convocatoria de la celebración sea señal de que guardan un buen recuerdo de sus delicados pasos por el todavía imponente edificio a cuya entrada principal nos dirigíamos pasadas las once de la mañana del sábado 23 de junio.

Lo hacíamos subiendo la calle Castelló desde Goya y no por la calle don Ramón de la Cruz como cuando de pequeños íbamos cargados con una de aquellas inconfundibles y pesadas carteras de cuero; y luego ya con una abultada carpeta de goma forrada a modo de collages. La preocupación de entonces por llegar tarde a cualquier examen que tuviéramos a primera hora quedaba muy atrás. Ahora sólo nos preguntábamos quien acudiría a la cita, aparte de los que nos habíamos puesto en contacto días antes.

Caras algo más conocidas después de volvernos a reunir hace cinco años; y sobre todo desde que nos volvimos a ver después del 82, cuando la mayoría recogimos las notas de selectividad y comprobamos que ya no volveríamos a atravesar la emblemática puerta principal de esa calle de Castelló, neogótica como el edificio principal ,que contrastaba con la pequeña puerta negra metálica de don Ramón de la Cruz y que nos metía de lleno en el pabellón de “los mayores”.




Algunos, entre ellos buenos amigos, por desgracia abandonaron el colegio para hacer COU en otros centros, aunque seguiríamos manteniendo la amistad forjada en esos años en los que la familia ya no lo es todo aunque sí lo más importante y en mi caso, desde luego, un impulso para hacer amigos. Y esos que se fueron un poco antes que los demás no dudan en considerar al Pilar como “su colegio”.

Agradezco ahora públicamente a mis padres, desde este Madrid a la eternidad, el acierto que tuvieron al elegir para mí el Colegio donde pasé más de una década, desde los comienzos en el cercano Colegio de Santa Cristina donde comenzaba la educación infantil.

Los primeros abrazos emocionados; conversaciones fugaces con el deseo de hablar con todos, antes de la tradicional misa oficiada con mucho cariño por nuestro compañero Aparicio. Se nos informó de que aquélla reunión eran “las bodas de perla”,; aunque con ese nombre casi mejor quedarse con la incógnita. Bajamos y comprobamos que el cocktail? no sería en el patio central, lugar tradicional de los ágapes, como se nos había dicho, sino en el gimnasio como en la ultima ocasión. Sólo que esta vez, y fruto del minimalismo tan de moda en estos días, la comida se convirtió por arte de birlibirloque en aperitivo o el aperitivo en comida.

Sin rechistar nos fuimos a Tula donde gracias al buen hacer de los organizados nos volvieron a tratar como en los viejos tiempos. Hasta que la selección española puso la guinda de ese día tan especial y que nos agrada volver a recodar “hasta la próxima vez”.